El Golpe de Estado marcó la profundización de un modelo de acumulación que descansa sobre la base del despojo y el extractivismo. A partir del 2009 se consolidó un proyecto de país que las élites nacionales subsidiarias y transnacionales habían venido diseñando desde los 90s; uno que requería de un gobierno entreguista que permitiera la extracción de sus bienes, colocando a las élites como meros peajes en este proceso de despojo.
El modelo de acumulación impulsado a partir del Golpe es consecuencia del rol asignado por el imperialismo a la periferia.
Este rol está marcado fundamentalmente por un intercambio ecológico desigual, donde al sur se le asigna el rol de abastecimiento de materias primas baratas o gratuitas para contribuir a que los gastos de reproducción de la fuerza laboral en las economías del Norte se mantengan en un nivel bajo. Para lograr sostener los niveles de vida y consumo de las sociedades del norte, y poder reproducir su fuerza de trabajo, los países como Honduras, ubicados a la periferia del capitalismo global, son obligados a permitir la sustracción y explotación de materiales, sustancias y energías.