La historia de Honduras, desde las élites, consistió en intentar desmantelar todo intento de participación ciudadana en asuntos políticos, lo que socavó la posibilidad de construir una identidad nacional legítima y común.
El golpe, que inauguró una crisis que se ha profundizado a lo largo de esta década, nos dio la posibilidad de pensar, colectivamente, que otro país, más digno y soberano, es posible.